Dicen que la primera vez siempre es especial. El primer beso, el primer amor, el primer polvo, la primera borrachera, tu primer partido... la primera vez siempre deja un recuerdo diferente, una especie de poso que al cabo de los años recuerdas con nostalgia y cariño. Incluida la primera decepción.
Me aventuré el pasado domingo a viajar a Castellón para ver el CD Castellón - Haro Deportivo del play-off de ascenso a Segunda División B.
Hacía nueve años que no acudía a Castalia, pero entonces lo hice en la grada visitante, animando a mi Real Murcia. Esta vez, y pese a ir ataviado también con la elástica grana, lo hacía como simpatizante orellut. Después de muchos partidos sufridos por la radio escuchando las narraciones de
Rafa Escrig y compañía, y tras muchos meses con la idea en la cabeza, me disponía a saldar esa deuda conmigo mismo.
Llegué a la capital de la Plana con tiempo de sobra para comprar la entrada, dar una vuelta por los alrededores del estadio y disfrutar de la previa al partido. Nada más llegar a la Calle Huesca llegó la primera sorpresa. Un chaval, de unos 6-8 años, ataviado con una camiseta roja de entrenamiento del Castellón jugando a la peonza, me ve y, al reparar en el escudo del Murcia, coge su peonza, se cuadra y comienza a señalarse el escudo de su pecho. Quise enseñarle la bufanda albinegra que llevaba atada en la mano y decirle que era de los suyos, pero únicamente fui capaz de limitarme a sonreír. Orgullosos desde pequeños. Ése es el camino.
Eran alrededor de las cinco y media cuando compré la entrada y todavía no había demasiado ambiente por los alrededores. Me dispuse entonces a tomar una cerveza en el Café Albinegre, donde conversé con unos aficionados que hablaban de Quique Pina y la jugarreta que les hizo con el Ciudad allá por el 2003. 12 años después, aún sigue muy presente en la memoria colectiva albinegra y se le sigue profesando un profundo "amor". Por algo será.
Poco después conocí a
@Vicas18 y, sobre las 18:30, apareció
Toni, el crack que me "secuestró" para compartir la previa y el partido junto a sus colegas.
Y qué previa. Me aceptaron como uno más y, nada más llegar, para sorpresa y estupefacción mía, me regalaron una camiseta del Castellón. No podía rechazar semejante ofrecimiento, y, aún boquiabierto, no dudé en enfundármela y acudir al estadio de albinegro. Da gusto compartir afición con gente tan grande como ellos.
Pero ahí no terminaron las sorpresas. Poco antes de entrar al estadio me avisan de que les sobra una entrada y me preguntan si quiero ver el partido con ellos o prefiero utilizar mi entrada de Fondo. Evidentemente volví a aceptar su invitación y vi el partido en Tribuna con ellos, incluido el padre de Toni, un hombre que lleva 40 años siendo socio del Castellón y que, por cierto, me preguntó si el UCAM era "el segundo equipo del Murcia". Ay.
El ambiente durante el partido fue espectacular. La animación no se limitaba a los fondos, como suele ocurrir en Nueva Condomina, sino que era todo el estadio el que animaba durante todo el encuentro. Especialmente emotivo fue el momento en el que todo el estadio se levantó para cantar el "Castellón, mi fiel amigo". Cómo suena Castalia en esos momentos. Imposible evitar la piel de gallina. Si algún despistado hubiera preguntado de qué división era el partido, jamás habría imaginado que le contestaran que era de Tercera.
El 1-0 llegó pronto, y parecía que la tarde podía tener un final feliz. Incluso había quien hablaba de que, al estar obligado a irse arriba buscando un gol, el Haro acabaría llevándose 4. Nada más lejos de la realidad. Una falta en la frontal poco antes del descanso volvía a clasificar a los riojanos y llevaba los nervios a la grada. El golazo de falta de Rubén Suárez cuando aún faltaban 25 minutos igualaba la eliminatoria, y volvía la esperanza. Los abrazos que di y me dieron en ese momento poco se diferencian de los de Nueva Condomina.
Pero la esperanza se fue diluyendo con el paso de los minutos. El Castellón fallaba ocasiones claras, el Haro llegó mejor físicamente a los últimos minutos y el silbato del árbitro indicando el final del tiempo reglamentario y la llegada de la prórroga fue lo mejor que le pudo pasar a los de Calderé, que además vieron cómo los riojanos se quedaban con uno menos nada más comenzarse el tiempo extra.
Pero ni por esas. El Haro consiguió que no se jugara nada en la prórroga, el Castellón volvió a ser incapaz de transformar sus ocasiones y se llegó a los penaltis. Ay, los penaltis. Esa especie de ruleta rusa en la que cualquier aficionado sufre 10 microinfartos por minuto. Qué injustos y qué hermosos a la vez. Sobre todo si tu equipo no está en juego. Pero lo estaba. Y lo que se jugaba era seguir vivo en la lucha por el ascenso o seguir penando por quinto año consecutivo en el barro de Tercera. Y el Castellón perdió. 0-3, tirando los dos primeros penaltis fuera. Pero en realidad empezó a perder antes de comenzar la tanda, cuando Guille se puso a discutir con Calderé sobre la portería en la que lanzar los penaltis, o cuando Rubén recriminó a Álvaro Campos antes de lanzar el primer penalty, en unas escenas bastante surrealistas.
Y de repente todo había acabado. El Castellón estaba eliminado, las lágrimas afloraban en la grada fruto de la decepción y Toni me dijo la frase que me ha llevado a escribir todo este post:
"Tu primer fiasco". Un fiasco más a sumar en la historia del Club Deportivo Castellón, un fiasco más a superar y del que recuperarse, y el primero vivido por mí en Castalia. Quizá, y como le dije a él, no podría haber ocurrido de otra forma, conociendo mi historial y el del Castellón. Quizá el destino quería que uniera a mi sufrimiento por el Murcia esta temporada la decepción con el Castellón. Es posible. Alguno se retiraría con semejante panorama en su primer partido. Sin embargo, yo ya estoy pensando en volver a hacer una escapada la próxima temporada a Castalia. En Liga o en play-off. Quizá en ambos. Pero estoy seguro de que dentro de unos años, con el Castellón de nuevo en el lugar que le corresponde, echaré la mirada atrás y recordaré con cariño este domingo 15 de junio de 2015 en el que viví mi primer fiasco en albinegro. Probablemente no sea el último.
Més que mai, Pam Pam Orellut.