martes, 24 de noviembre de 2015

Vuelta a casa


Cuando uno se muda, la vuelta a casa suele tener un deje de nostalgia especial. Si en la antigua casa has vivido muchas historias y emociones, esa emoción se multiplica. Si hablamos de volver al estadio donde tu equipo ha jugado la mayor parte de su historia y donde has llorado, reído, celebrado y mamado el fútbol, todo eso se multiplica.

El 11 de noviembre de 2006 nos despedimos de La Condomina con una derrota (0-1) ante el Poli Ejido. Nueve años y 10 días después, pese a que en su día se firmó que el estadio iba a ser demolido, y ya sin nuestro escudo presidiendo la entrada, el Real Murcia volvía a jugar un partido en su casa de toda la vida, esta vez para jugar como visitantes ante el Ucam. Aunque lo de visitantes lo dejamos sólo para el acta, porque la realidad fue bien distinta.

Volvíamos a casa. Acostumbrados ahora a la lejanía y la frialdad de Nueva Condomina (un pedazo de estadio), de repente volvíamos a poder ir andando al campo, hacer la previa en los bares del barrio y ver las camisas granas saltar a ese césped que tantas alegrías y tristezas nos ha dado. Y el murcianismo respondió. Vaya que si respondió.

Desde bien temprano, a las 12 del mediodía, comenzamos con unas cervezas en el Romero, una de las paradas obligadas en la liturgia condominera. Una hora después enfilábamos ya el camino hacia la Muralla de Santa Eulalia para comer, en una de esas comidas que permanecen en el recuerdo cuando echas la vista atrás.


El motivo de comer tan pronto era que había que ir temprano a La Condomina y recibir al equipo como se merecía. El ambiente en la puerta de Orihuela era espectacular. Cientos de aficionados, ataviados con bufandas y banderas, cantando ("¿Dónde está el escudo? ¿El escudo dónde está?") y animando al equipo hasta que llegó el autobús a eso de las 15:20 más o menos, formando una atmósfera difícil de olvidar y que a buen seguro motivó aún más a los jugadores.


A partir de ahí, las emociones fluyeron. Volvimos a beber en el Babel, ese bar al que, como a La Condomina, no había vuelto desde aquel lejano noviembre de hace nueve años. Pero no es sólo que volviéramos a estar en los mismos sitios que entonces, sino que éramos los mismos. Miraba alrededor y veía las mismas caras. Oliva, Yayo, Rocío, Patricia, Black, Diegol, Grada, Geo, Pablo, Palop, Soto y tantos y tantos otros. ¡Incluso Kemanaves! Los abrazos que me di con todos y cada uno de ellos (inolvidable el "¡dame un abrazo, pijo!" de Yayo, pese a que yo iba con dos copas en las manos) y el verme rodeado de nuevo de mi familia murcianista hicieron que estuvieran a punto de saltárseme las lágrimas en alguna ocasión. Y es que, ante todo, somos eso: una familia. Yayo lo definió como "ni en una secta hay este sentimiento de unidad, de pertenencia" (la frase no es literal). Ayer éramos una familia que volvía a su casa a disfrutar.

Antes de empezar el partido, sólo con haber podido disfrutar de ese ambiente una vez más, ya habíamos ganado. Pero el equipo no pensaba igual. Querían ganar también en el césped. Entramos al estadio por la calle Amberes, a ese Fondo Sur al que yo sólo había ido como visitante, en la época en la que jugábamos contra el Ciudad. Ahí estaba la Lateral, con su cemento, ahora cerrada al público y con unas lonas simulando público. Ahí estaba la Tribuna, repleta de murcianistas pese a que en teoría iba a ser "zona Ucam". Y ahí estaba el Fondo Norte, también grana casi al 100%. Los recuerdos volaban.

Tenía varias espinas clavadas con La Condomina. Una de ellas era la despedida que le dimos en aquel partido contra el Poli. Siempre he pensado que dimos una imagen penosa como afición tras el partido. Salí asqueado por despedirme así de mi estadio y quería remediar eso. Otra espina databa de un partido contra el Ciudad en el que perdimos 1-0 con gol de Falcón en un córner en el descuento en la portería del Fondo Sur, haciendo que toda la Condomina estallara y celebrara con rabia ese gol contra el Murcia. Ayer me pude sacar ambas. La animación durante el partido fue constante, con momentos curiosos como poder hacer un saludo entre fondos siendo visitante y que Tribuna conteste con rabia "Puta Ucam eoé". No creo que a Mendoza le sentara muy bien aquello.

La espina del gol de Falcón era difícil de quitar, pero el destino, ése que tantas y tantas veces nos ha sido esquivo, se puso de nuestra parte. Esta vez sólo una parte de Tribuna celebró el gol encajado por el Murcia y, además, nuestro gol de la victoria vino en un córner en la portería del Fondo Sur. En la misma portería en la que Falcón me hizo llorar sin consuelo al ver a Murcia contra el Real Murcia, Chavero hizo que estallásemos de alegría. Si en el primer gol acabé abrazando a una chica a la que no había visto en la vida, en el segundo abracé a Marta como si no hubiera mañana en uno de esos abrazos de gol que recordaré durante toda mi vida.

Pese al susto de la última falta, la victoria era nuestra. Más abrazos con el pitido final y, esta vez sí, me pude despedir de La Condomina como se merecía. Todas las espinas están fuera. Y ya no quiero volver más. Quiero que el de ayer sea el último partido del Real Murcia en La Condomina. Que su historia en ese estadio finalice con este 1-2 jugando de visitante pero con amplia mayoría en las gradas. Ya la pueden demoler, como prometieron cuando nos fuimos y dijeron que estaba vieja y obsoleta. Que no la sigan mancillando.

El post-partido, de nuevo en el Babel, de nuevo con la misma gente que entonces, también tuvo sabor a despedida. Lo único que me faltó fue cenar un pastel de carne de Consuegra, pero eso ya era secundario. Había podido volver a vivir un partido en La Condomina, con esa magia que sólo se genera ahí. Y esta vez, además de con la gente de siempre, lo había podido vivir con Marta, cosa que me hacía especial ilusión. Como ilusión me hacía también ayudar a Inma a descubrir este ambiente que no pudo vivir en su momento. Como ella misma dijo después, "ahora entiendo muchas cosas". El murcianismo es lo que tiene. Compartido es mucho mejor.

Hasta siempre, vieja. Te llevamos en el corazón y siempre lo haremos, pero espero no tener que volver a jugar un partido ahí. Esta despedida ha sido prácticamente perfecta y, como dice Mondo Moyano, ya te hemos matado.

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