Vergüenza. Así se puede resumir el sentimiento que invade al fútbol europeo tras la última decisión en el caso moggi-gate. Al menos, es lo que nos invade a los aficionados.
Primero fue la "reinserción" de Lazio y Fiorentina en la Serie A, con el descenso de puntos de sanción para todos los equipos implicados (Milan, Lazio, Fiore y Juve), y el hecho de que el Milan pudiera volver a disputar la Champions (con previa, eso sí) después de ser sancionado con su no participación. Hasta ahí, todo era decisión del Calcio, por lo que, si bien todo parecía un nuevo amaño (¿quién puede afirmar que Berlusconi no ha estado detrás de todo esta rebaja?), al menos todo era trapos sucios italianos, domésticos. Después de todo, la decisión de que el Milan participara o no en la previa de la Champions dependía en última instancia de la UEFA, que, se supone, son palabras mayores.
Pero he aquí que, ¡ay amigo!, nada es de color de rosa en el planeta fútbol. La UEFA, bajándose los pantalones, con una falta de criterio absoluta, sin poder (y/o carácter) para tomar una decisión contra uno de los grandes, ha aceptado la participación milanista en esta edición de la Champions. ¿Qué importa que se haya visto implicado en un asunto de compra de partidos? ¿Qué más dará si hasta hace 15 días no podía participar por su sanción? ¿Qué importancia tiene que el Chievo Verona se hubiera preparado su pretemporada en base a la disputa de una previa de Champions que le ha sido arrebatada a última hora? Una vez más, la justicia deportiva huele a podrido. La sombra de la corrupción es algo que tardará mucho en desaparecer de este mundillo, si es que alguna vez lo hace. Cada día tienen más significado las pancartas que se ven en tantos y tantos estadios:
Primero fue la "reinserción" de Lazio y Fiorentina en la Serie A, con el descenso de puntos de sanción para todos los equipos implicados (Milan, Lazio, Fiore y Juve), y el hecho de que el Milan pudiera volver a disputar la Champions (con previa, eso sí) después de ser sancionado con su no participación. Hasta ahí, todo era decisión del Calcio, por lo que, si bien todo parecía un nuevo amaño (¿quién puede afirmar que Berlusconi no ha estado detrás de todo esta rebaja?), al menos todo era trapos sucios italianos, domésticos. Después de todo, la decisión de que el Milan participara o no en la previa de la Champions dependía en última instancia de la UEFA, que, se supone, son palabras mayores.
Pero he aquí que, ¡ay amigo!, nada es de color de rosa en el planeta fútbol. La UEFA, bajándose los pantalones, con una falta de criterio absoluta, sin poder (y/o carácter) para tomar una decisión contra uno de los grandes, ha aceptado la participación milanista en esta edición de la Champions. ¿Qué importa que se haya visto implicado en un asunto de compra de partidos? ¿Qué más dará si hasta hace 15 días no podía participar por su sanción? ¿Qué importancia tiene que el Chievo Verona se hubiera preparado su pretemporada en base a la disputa de una previa de Champions que le ha sido arrebatada a última hora? Una vez más, la justicia deportiva huele a podrido. La sombra de la corrupción es algo que tardará mucho en desaparecer de este mundillo, si es que alguna vez lo hace. Cada día tienen más significado las pancartas que se ven en tantos y tantos estadios:
"Vuestro negocio, nuestra pasión"
"Odio eterno al fútbol moderno"
"Odio eterno al fútbol moderno"
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